Madrid,
14 de septiembre de 2015
Aterrizamos en Madrid a las 23:30 de la noche. Nuestro último día fue de viaje.
A las 6 de la mañana nos levantamos y fuimos al aeropuerto. Nuestro vuelo salia
a las 10:55 pero en el hostel nos advirtieron de que podíamos coger tráfico
denso. Llegamos pronto al moderno aeropuerto internacional de Bangkok, en dos
horas estaríamos volando y dariamos por finalizada nuestra Ruta del Mekong.
Durante 17 días hemos recorrido uno de los países más fascinantes que he tenido
la oportunidad de visitar. Un viaje muy completo en el que hemos tenido
naturaleza de la que te deja con la boca abierta como los arrozales de Sapa y
la Bahia de Halong, viejas ruinas y templos para perderse e imaginar, como la
Ciudad Púrpura de Hue, el templo de la literatura en Hanoi o los templos de
Angkor en Camboya y ciudades que invitan a quedarse y disfrutar de su ambiente
como Hoi An o la propia Hanoi.
Pero los países sin su gente no son nada, y en contraposición con sus vecinos
tailandeses, camboyanos y chinos, los vietnamitas tienen un carácter especial.
Son serviciales como los japoneses, pero ante todo destacan por su naturalidad,
no rehuyen el contacto, son amables y se ve que disfrutan con la visita del
turista. Son lo que hace a este país especial. Para mí Vietnam es la auténtica sonrisa de Asia.
La Ruta del Mekong nos ha dejado grabados momentos que no olvidaremos y nos ha
dejado con ganas de mucho más. Hay que empezar a pensar en la próxima aventura,
en el próximo destino que nos ayude a soñar y a sobrellevar la rutina. Hay que
pensar en ir más allá, y ¿por qué no? tal vez tengamos que pensar en llegar al fin del mundo.